domingo, 11 de diciembre de 2011

El Gobierno de Nadie (una pesadilla). Por Amador Fernández-Savater

“Consideramos un gobierno tecnocrático de unidad nacional la mejor opción para llevar a cabo las reformas y mantener la confianza de los inversores, con una composición que abarque izquierda y derecha del espectro político y cuente con líderes de confianza (…) Luchando como están las democracias modernas maduras con la crisis de la deuda soberana, los gobiernos tecnocráticos, ‘apolíticos’, pueden ser una opción imperiosa, conforme decae la confianza pública en los políticos, se afianza la resistencia a las reformas estructurales y los partidos sienten pavor por las consecuencias en las urnas de aplicar reformas dolorosas” (Tina Fordham, Citigroup)

A diario suceden mil cosas, pero ¿cómo descifrar cuáles son señales de las transformaciones que vienen? ¿Cuáles son huellas o ecos del pasado, y cuáles anuncian tendencias sociales decisivas? ¿Cómo saber cuándo hemos traspasado un umbral histórico? Me lo he preguntado estos días pensando sobre los “gobiernos técnicos” que se han impuesto en Grecia e Italia. Los veo como signos de muy mal agüero, fórmulas en experimentación que podrían luego reproducirse, rápido. Prototipos.

La verdad es que ahora mismo no me cuesta demasiado imaginar un gobierno técnico a escala europea, que se presente y justifique como única alternativa posible a un crash total inminente o incluso como el menos malo de los gestores posibles en caso de un desastre ya en curso (un corralito general, por ejemplo). Un gobierno “de transición”, sin políticos de por medio, compuesto enteramente por expertos y gestores que saben lo que hay que hacer y no tienen miedo a llevarlo a cabo, ya sin ningún vínculo por débil que fuese con la ciudadanía (voto, etc.). ¿Pesadilla?

Grecia e Italia serían los laboratorios del futuro. El experimento no va mal. Para empezar, se puede hacer. Estos dos golpes de Estado bajos en calorías militares no han provocado el escándalo en la opinión pública “demócrata”. Así me lo parece al menos. Nadie ha elegido a Monti ni a Papademos. Nadie votó los programas que van a llevar a la práctica, pero los parlamentos han refrendado ambos gobiernos y en general se percibe un clima de resignación, cuando no de entusiasmo. ¿Por qué no? Si lo que hay es lo único que puede haber, pues que al menos lo gestione alguien capaz, sin extravagancias y que sepa de cuentas, ¿no?

Hannah Arendt llamaba “Gobierno de Nadie” al dominio de la burocracia y comentaba al respecto: “no es necesariamente un no gobierno, bajo ciertas circunstancias incluso puede resultar una de sus versiones más crueles y tiránicas”. ¿Por qué? Sencillamente porque “no podemos considerar responsable de lo que ocurre a nadie, no hay auténtico autor de las acciones y de los acontecimientos. Realmente es sobrecogedor”. Lo que sigue son sólo algunas intuiciones y citas que me vienen más o menos desordenadamente a la cabeza al pensar en los gobiernos técnicos de Monti-Papademos. Notas de una pesadilla.


El Gobierno de Nadie es hijo de la crisis de la representación

“La falta de políticos nos facilita las cosas” (Mario Monti)

“Papademos nunca estuvo involucrado en política. Sabe lo que hay que hacer” (Thanos Papasavvas, jefe de Investec Asset Management)

El contexto de globalización ha hecho trizas los atributos clásicos de la soberanía del Estado-nación: fronteras, moneda, defensa, cultura, etc. Los estados se limitan cada vez más a gestionar en un territorio concreto las necesidades de la economía global. A izquierda y derecha del espectro parlamentario, se defienden en general los mismos intereses, las mismas ideas sobre el crecimiento y la competitividad. La permeabilidad de las instituciones a la participación ciudadana está bajo mínimos. A estas alturas todo esto son banalidades, secretos a voces. No son los anti-sistema, sino todo tipo de personas quienes se lanzan a la calle al grito de “lo llaman democracia y no lo es” y conspiran en la Red para hackear como pueden el sistema electoral (voto nulo, voto a los partidos minoritarios, etc.).

Los gobiernos técnicos se asimilan muy bien sobre este fondo social: rechazo masivo de la política de los políticos, inoperatividad absoluta del eje izquierda/derecha, hartazgo generalizado de la corrupción y los políticos-estrella (tipo Berlusconi), etc. Monti-Papademos anuncian gobiernos post-políticos y post-ideológicos, de pura gestión técnica. Ellos mismos sólo son máscaras como las de Anonymous, pero bajo las cuales no hay nadie de carne y hueso, sólo el poder abstracto e impersonal de los mercados financieros. No son de izquierdas o de derechas, de hecho lideran gobiernos nacionales de concentración izquierda/derecha. No son políticos, menos aún políticos-estrella, sino simples gestores, ingenieros, expertos. No están atados por fidelidades torpes a una ideología, a la gente que les votó, a su ambición personal. Aspiran a rentabilizar por su cuenta el rechazo de los políticos: son el reverso tenebroso de la crisis de la representación.


El Gobierno de Nadie, un gobierno racional

“Monti promete ser, en fin, un primer ministro mucho más normal y “aburrido” que Berlusconi. Pero lo que de él se espera es seriedad y eficacia. La fiesta ha terminado” (La Vanguardia)

“Cinco palabras definirían el programa de Monti: eficacia, urgencia, crecimiento, rigor y equidad” (Paso a paso).

A Mario Monti le llaman Il Proffesore. Tanto él como Papademos sólo hablan de eficacia en la gestión. Ambos aseguran no tener ideología: simplemente ejecutarán “lo que debe hacerse”. Lo que debe ser.

Según toda una venerable tradición filosófica que va desde Platón hasta Kant, actuar “libremente” es actuar “por deber”, es decir “necesariamente”. Es la teoría platónica de un “gobierno de la filosofía”: un gobierno de las ideas universales y necesarias, lo que debe hacerse en tanto que es racional y justo, independientemente de lo que opine o desee cada quien. Es la teoría kantiana de un “agente libre”, es decir un agente que actúa “por deber”, esto es “racionalmente”. El Gobierno de Nadie se presenta como un gobierno técnico e instrumental: pura aplicación de las verdades de la ciencia económica. Un gobierno sólido, en tanto que no actúa o decide por prejuicios o intereses privados, sino “desinteresadamente”. Un gobierno eficaz donde mandan los que saben, no los que más brillan en los medios de comunicación o los que mejor ponen la zancadilla en los pasillos del poder.

“El Gobierno de Nadie es el más tiránico de todos ya que no se puede pedir cuentas de sus actuaciones a nadie (…) es imposible localizar al responsable o identificar al enemigo” (Hannah Arendt). Quien disiente del Gobierno de Nadie no es un adversario con razones o intenciones respetables: sólo puede ser un loco o un ignorante. Porque sólo un loco o ignorante pelea contra la fuerza de la gravedad. Sería también de locos o de ignorantes pedir la opinión al pueblo sobre las políticas a ejecutar, como si la verdad de una formulación matemática pudiese elegirse por mayoría en unas elecciones. “¿Qué sabrá la gente sobre lo que le conviene?” Lo que dice la gente no puede ser más que ruido o furia. Es inútil, absurdo y altamente pernicioso escucharlo.

Por el contrario, la racionalidad del Gobierno de Nadie es la “inteligencia de lo necesario”: descifrar las leyes que rigen el mundo y actuar conforme a ellas. Pero se trata de leyes bien diferentes de las que pensaban Platón o Kant. El “imperativo categórico” de Monti-Papademos es simplemente la obediencia a las necesidades y exigencias de Goldman Sachs y los mercados financieros. Esa es hoy nuestra fuerza de la gravedad.


El Gobierno de Nadie como “potencia de salvación”

“¿Nos salvaremos? Absolutamente, sí” (Corrado Passera, súper-ministro a cargo de Desarrollo, Infraestructuras y Transportes).

“Vamos a la carrera” (Mario Monti)

“Para salvar a Italia hay que apostar por la credibilidad y la responsabilidad. Hay que ser prudentes con ir a las elecciones” (Franco Frattini, ministro de Exteriores).

El Gobierno de Nadie es el poder que nos promete el rescate de la catástrofe. El cometa de la crisis se acerca imparable a la tierra, los medios de comunicación anuncian su inminente llegada (ibex 35, prima de riesgo, calificaciones), los ciudadanos de a pie miran boquiabiertos el cielo. Sólo un puñado de héroes decididos entienden lo que pasa y actúan en consecuencia. Seguro que no pueden salvarnos a todos, eso por descontado. Hay gente que corre muy lento. Pero quién sabe, igual a mí sí, confiemos…

El poder de salvación ya no se justifica en nombre de tales o cuales valores (democracia, etc.), sino de nuestra pura y simple supervivencia como especie. Poder pastoral que vela y garantiza nuestra conservación como rebaño. Poder médico: si te rebelas contra él firmas tu propia sentencia de muerte. Poder providencial, como explica el filósofo francés Maurice Blanchot. “Nuestro destino está ahora en el poder: no un hombre históricamente destacable, sino cierto poder que está por encima de la persona, la fuerza de los más elevados valores, la soberanía, pero no de una persona soberana, sino de la soberanía misma, en cuanto que se identifica con las posibilidades reunidas en un Destino”. El gobierno técnico no es una dictadura, un poder tiránico personal: “un dictador no deja de desfilar; no habla, grita; su palabra tiene la violencia del grito, del dictare, de la repetición. (El soberano) se manifiesta, pero por deber. Incluso cuando aparece resulta como extranjero a su presencia: está retirado en sí mismo, habla, pero secretamente…”. Frente al show berlusconiano, la discreta “aparición por deber” de Il Proffesore (y señora).

Blanchot explica que el poder de salvación impone siempre una “muerte política” a cambio de la seguridad que ofrece. El soberano debe ser incuestionable, de modo que se cancela toda posibilidad de disenso (a la que se acusa además de complicidad con la catástrofe). Delegamos en el soberano todas nuestras capacidades (de expresión, pensamiento, acción) y la política queda proscrita. Porque en realidad el Gobierno de Nadie no hace política. Ni actúa, ni decide: sólo gestiona. Es decir, modula como puede un poder que le rebasa y precede. Una máquina hiper-compleja orientada por intereses económicos. Un poder inhumano que no se puede alterar, gestionar o modificar, sino simplemente obedecer lo mejor posible. Es el poder de lo automático, de lo necesario. Es nuestro Destino.


La danza de los nadie contra el Gobierno de Nadie

¿Cómo despertar de esa muerte política? Los discursos “ilustrados” que aún identifican nuestras democracias con la racionalidad política libre, voluntaria y organizada suenan cada vez más a chiste pesado. Pero todavía habrá quien aconseje, ante la amenaza del Gobierno de Nadie, que recuperemos la confianza en el sistema de partidos, la representación política, el eje izquierda/derecha, etc. Más aún. Habrá voces que responsabilicen con toda seguridad a la revolución anónima que se extiende ahora mismo por el mundo de haber allanado el terreno al Gobierno de Nadie. “Mirad, ahí está el resultado de vuestro ‘no nos representan’”.

En realidad es todo lo contrario. Entregando todo el poder a los mercados financieros, blindándose contra todo atisbo de participación ciudadana, convirtiéndose en simples gestores de lo Inevitable y lo Necesario, los políticos han cavado su propia tumba. Ya pueden quejarse todo lo que quieran Papandreu, Berlusconi o Rajoy cuando le toque: los poderes a los que se ataron han decidido de pronto prescindir de sus servicios y poner en su lugar a otros ingenieros de más confianza. Punto.

El único despertar posible de la muerte política es lo que Hannah Arendt pensó como “acción”. Actuar es interrumpir el dominio de lo automático, lo contrario de obedecer o repetir. También en la vida personal: interiorizamos los automatismos cuando hacemos lo que debemos hacer, vemos lo que tenemos que ver, decimos lo que hay que decir y pensamos lo que está prescrito pensar. Arendt lo llamó “conducta”: un comportamiento normalizado, previsible y predecible. Por el contrario, cuando actuamos “nos unimos a nuestros iguales y empezamos algo nuevo”, salimos del aislamiento y la impotencia, nos volvemos capaces.

La “política del cualquiera” de movimientos como el 15-M no es equivalente ni simétrica al Gobierno de Nadie: no confía el mando a los que saben, sino que parte del principio de que todos podemos pensar; no tiene rostro, pero precisamente para que quepan todos y cada uno de los rostros singulares; no gestiona lo que hay, sino que inventa colectivamente nuevas respuestas para problemas comunes.

Pluralidad, invención, pensamiento: así es la danza de los nadie contra el Gobierno de Nadie.





Fuente: Publico.es / Blog "Fuera de lugar".
Autor: Amador Fernández-Savater (Madrid, 1974) va y viene entre el pensamiento crítico y la acción política, buscando siempre su encuentro. Es editor de Acuarela Libros (acuarelalibros.blogspot.com), ha dirigido durante años la revista Archipiélago y ha participado activamente en diferentes movimientos colectivos y de base en Madrid (estudiantil, antiglobalización, copyleft, "no a la guerra", V de Vivienda, 15-M). Es autor de “Filosofía y acción” (Editorial Límite, 1999), co-autor de "Red Ciudadana tras el 11-M; cuando el sufrimiento no impide pensar ni actuar" (Acuarela Libros, 2008) y coordinador de "Con y contra el cine; en torno a Mayo del 68" (UNIA, 2008). Actualmente, emite semanalmente desde Radio Círculo el programa "Una línea sobre el mar", dedicado a la filosofía de garaje.







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domingo, 4 de diciembre de 2011

La larga vida del dólar. Por Sanjeev Sanyal

La actual crisis económica y los constantes déficits de los Estados Unidos hacen que cada vez más se ponga en duda el papel del dólar como divisa de referencia mundial. Las medidas que se han hecho recientemente para internacionalizar el renminbi chino han conducido a una anticipación del cambio inminente en el sistema monetario global. Muchos economistas destacados, incluidos los miembros de un panel de las Naciones Unidas, que encabeza el economista galardonado con el Premio Nobel, Joseph Stiglitz, están aconsejando un “sistema mundial de reservas” para sustituir la hegemonía del dólar. Sin embargo, la larga historia de divisas de referencia globales sugiere que los días del dólar como moneda líder no van acabar pronto.

En tiempos antiguos, India tuvo un gran superávit comercial con el imperio romano. Como escribió Plinio en el Siglo I, “No hubo un solo año en el que India no se llevara de Roma 50 millones de sestercios.” Ese desequilibrio comercial implicaba una fuga constante de moneda de plata y oro, lo que provocó escasez de estos metales en Roma. En vocabulario moderno, los romanos se enfrentaron a una restricción monetaria.

Roma respondió reduciendo el contenido de plata y oro (el antiguo equivalente de la monetización), que condujo a una inflación sostenida en el imperio. Sin embargo, el descubrimiento frecuente de monedas romanas en la India sugiere que la moneda romana se siguió aceptando internacionalmente mucho tiempo después de que resultara obvio que su contenido de oro o plata había disminuido.

En el siglo XVI, España emergió como superpotencia tras su conquista de América del Sur. Entre 1501 y 1600, 17 millones de kilogramos de plata pura y 181,000 kilogramos de oro puro salieron de América Latina hacia España, que gastó el dinero en guerras con los Países Bajos y otros lugares. Este aumento de liquidez provocó auge económico e inflación en toda Europa.

A pesar de esta riqueza, España se endeudó cada vez más, lo que en última instancia la llevó al impago tres veces –en 1607, 1627 y 1649- y sufrió una dramática decadencia geopolítica. Con todo, las monedas de plata españolas (conocidas como real de a ocho o dólares españoles) continuaron siendo la principal divisa usada en el comercio mundial hasta la guerra revolucionaria estadounidense. De hecho, la moneda española siguió siendo de curso legal en los Estados Unidos hasta 1857 –mucho tiempo después de que la propia España dejara de ser una de las principales potencias.

Para mediados del siglo XIX, el mundo operaba con un sistema de dos metales basado en el oro y la plata. No obstante, imitando el ejemplo británico, la mayoría de los países más grandes habían cambiado al sistema oro para la década de 1870.

El Banco de Inglaterra estuvo dispuesto a convertir una libra esterlina en una onza de (11/122) de oro fino a petición previa. La Primera Guerra Mundial trastocó ese sistema, pero Gran Bretaña retomó la vinculación con el oro en 1925. Sin embargo, a medida que la Gran Depresión se afianzó, el Banco de Inglaterra se vio obligado a elegir entre la oferta de liquidez a los bancos y mantener la vinculación con el oro. Optó por la primera en 1931.

Con todo, la libra esterlina siguió siendo la principal divisa mundial incluso hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Todavía en 1950 –más de medio siglo después de que los Estados Unidos sustituyera a Gran Bretaña como la potencia industrial más grande del mundo- 55% de las reservas de divisas se mantenían en libras esterlinas, y muchos países continuaron vinculando sus monedas a la libra.

Se deben notar tres aspectos de esta historia. Primero, un sistema monetario mundial basado en metales preciosos no resuelve los desequilibrios fundamentales de un sistema económico global. Segundo, los metales preciosos no son la solución al problema de la inflación. Finalmente, la divisa de referencia y el ecosistema de comercio mundial subyacente resisten a menudo el declive geopolítico del país de referencia durante décadas.

Un nuevo orden económico se estableció después de la Segunda Guerra Mundial cuyo país de referencia fue los Estados Unidos. El sistema de Bretton Woods vinculó el dólar estadounidense con el oro en 35 dólares por onza, y con otras monedas vinculadas al dólar (aunque en ocasiones permitía hacer ajustes).

La falla del sistema es que solo servía de apoyo a la expansión económica global mientras los Estados Unidos estuviera dispuesto a suministrar dólares mediante déficits –los mismos déficits que en última instancia debilitarían la capacidad de ese país de mantener el precio de la onza de oro en 35 dólares. En 1961, los Estados Unidos respondió con la creación de la Bolsa de Oro de Londres, que obligaba a otros países a pagar a los Estados Unidos la mitad de sus pérdidas de oro. Sin embargo, este acuerdo pronto creó descontento, y Francia salió de la Bolsa en 1967. El sistema de Bretton Woods se derrumbó cuatro años después.

¿O no? A pesar de los problemas de los años setenta, el dólar siguió siendo la divisa dominante en el mundo, a la que generaciones sucesivas de países asiáticos vincularon sus tipos de cambio. Al igual que con el sistema de Bretton Woods, una economía periférica (por ejemplo, China), podía crecer muy rápidamente y al mismo tiempo la economía principal (los Estados Unidos) se beneficiaba de un financiamiento asequible. El relativo auge de China no debilitó el papel del dólar –y puede haberlo fortalecido. En efecto, al igual que los japoneses durante su período de rápido crecimiento, los chinos habían resistido, hasta hace poco, la internacionalización del renminbi.

Entonces, ¿estamos entrando en una era post dólar? A pesar de todos los problemas causados por la Gran Recesión, no hay señales de que el mundo lo esté abandonando. Los inversionistas siguen dispuestos a financiar a los Estados Unidos a tasas de interés mínimas, y el índice nominal del dólar ponderado en función del comercio no se ha derrumbado.

Aunque China sustituyera a los Estados Unidos como la economía más grande del mundo en una década, una divisa de referencia puede ser más resistente que el dominio geopolítico y económico de su país de origen. Es por ello que el dólar probablemente siga siendo la divisa dominante global durante mucho tiempo, aún cuando los Estados Unidos haya sido rebasado.






Fuente: Project-Syndicate.org / Copyright: Project Syndicate, 2011.
Autor: Sanjeev Sanyal, economista indio, ambientalistas y teórico en urbanismo. Es estratega global del Deutsche Bank, y fue nombrado "Joven Líder Global 2010" por el Foro Económico Mundial en Davos. Autor del libro The Indian Renaissance: India’s Rise after a Thousand Years of Decline (El Renacimiento India: La Rebelión de la India después de mil años de decadencia).
Traducción: Kena Nequiz





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