miércoles, 25 de enero de 2012

Los peligros de 2012. Por Joseph E. Stiglitz

El año 2011 será recordado como la época en que muchos estadounidenses que siempre habían sido optimistas comenzaron a renunciar a la esperanza. El presidente John F. Kennedy dijo una vez que la marea alta eleva todos los botes. Pero ahora, con la marea baja, los estadounidenses no solo comienzan a ver que quienes tienen mástiles más altos han sido elevados mucho más, sino que muchos de los botes más pequeños han sido destrozados por el agua.

En ese breve momento en que la marea creciente estaba, efectivamente, subiendo, millones de personas creyeron que tenían buenas probabilidades de cumplir su "sueño americano". Ahora también esos sueños están retirándose. En 2011, los ahorros de quienes habían perdido sus empleos en 2008 o 2009 ya se habían gastado. El seguro de desempleo se había terminado. Los titulares que anunciaban nuevas contrataciones -aún insuficientes para incorporar a quienes habitualmente se suman a la fuerza laboral- significaban poco para cincuentones con pocas ilusiones de volver a tener un empleo.

De hecho, las personas de mediana edad que pensaron que estarían desempleadas por unos pocos meses se han dado cuenta a esta altura de que, en realidad, fueron jubiladas a la fuerza. Los jóvenes graduados universitarios con decenas de miles de dólares de deuda en créditos educativos no podían encontrar ningún empleo. La gente se mudó a las casas de sus amigos y los parientes se han convertido en sin techo. Las casas compradas durante la burbuja inmobiliaria aún están en el mercado, o han sido vendidas con pérdidas. Más de siete millones de familias estadounidenses han perdido sus hogares.

El oscuro punto vulnerable de la burbuja financiera de las décadas anteriores también ha quedado completamente expuesto en Europa. Los titubeos por Grecia y la devoción de los Gobiernos nacionales por la austeridad comenzaron a implicar una pesada carga el año pasado. Italia se contagió. El desempleo español, que se había mantenido cerca del 20% desde el comienzo de la recesión, trepó aún más. Lo impensable -el fin del euro- comenzó a verse como una posibilidad real.

Este año parece encaminado a ser aún peor. Es posible, por supuesto, que Estados Unidos solucione sus problemas políticos y adopte finalmente las medidas de estímulo que necesita para reducir el desempleo al 6% o al 7% (el nivel previo a la crisis del 4% o el 5% es demasiado pedir). Pero esto es tan poco probable como que Europa se dé cuenta de que la austeridad por sí misma no resolverá sus problemas. Por el contrario, la austeridad solo exacerbará la desaceleración económica. Sin crecimiento, la crisis de la deuda -y la crisis del euro- solo empeorará. Y la larga crisis que comenzó con el colapso de la burbuja inmobiliaria en 2007 y la recesión que la siguió continuarán.

Además, es posible que los países con los mercados emergentes más importantes, que capearon exitosamente las tormentas de 2008 y 2009, no sobrelleven tan bien los problemas que se perciben en el horizonte. El crecimiento brasileño ya se ha detenido, y eso genera ansiedad entre sus vecinos latinoamericanos.

Mientras tanto, los problemas de largo plazo -incluidos el cambio climático y otras amenazas ambientales, y la creciente desigualdad en la mayoría de los países del mundo- continúan allí. Algunos, incluso, han empeorado. Por ejemplo, el alto desempleo ha deprimido los salarios y aumentado la pobreza.

La buena noticia es que solucionar estos problemas de largo plazo ayudaría a resolver los de corto plazo. Una mayor inversión para adaptar la economía al calentamiento global ayudaría a estimular la actividad económica, el crecimiento y la creación de empleo. Impuestos más progresivos, que redistribuyan desde los ingresos altos hacia los medios y bajos, simultáneamente, reducirían la desigualdad y aumentarían el empleo al impulsar la demanda total. Los impuestos más elevados a los ricos podrían generar ingresos para financiar la necesaria inversión pública, y proporcionar cierta protección social para quienes menos tienen, incluidos los desempleados.

Incluso, sin ampliar el déficit fiscal, esos aumentos de "presupuesto equilibrado" en los impuestos y el gasto reducirían el desempleo y aumentarían el producto. Lo que preocupa, sin embargo, es que la política y la ideología en ambos lados del Atlántico, pero especialmente en Estados Unidos, no permitirá que nada de esto ocurra. La fijación en el déficit inducirá recortes en el gasto social, empeorando la desigualdad. De igual manera, la persistente atracción hacia la economía de oferta, a pesar de toda la evidencia en su contra (especialmente en periodos de alto desempleo), evitará que se aumenten los impuestos a quienes más tienen.

Incluso, antes de la crisis hubo un reordenamiento del poder económico -de hecho, una corrección de una anomalía con 200 años de historia, en la que la participación asiática del PIB global cayó desde cerca del 50% hasta, en cierto punto, menos del 10%-. El compromiso pragmático con el crecimiento que se percibe actualmente en Asia y en otros mercados emergentes destaca frente a las equivocadas políticas occidentales, que, impulsadas por una combinación de ideología e intereses creados, parecen casi reflejar un compromiso para evitar el crecimiento.

Como resultado, la reestructuración económica global probablemente se acelere. Y casi inevitablemente dará lugar a tensiones políticas. Con todos los problemas que enfrenta la economía global, seremos afortunados si estas presiones no comienzan a manifestarse dentro de los próximos 12 meses.






Fuente: ElPais.com / Project Syndicate, 2012.
Autor: Joseph E. Stiglitz, catedrático de Economía de la Universidad de Columbia y premio Nobel de Economía en 2001. Autor de Caída libre: Estados Unidos, el libre mercado y el hundimiento de la economía mundial.
Traducción: Leopoldo Gurman.
Fotografía: Montaje Menesez Filipov / Ojo Adventista






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jueves, 12 de enero de 2012

Matar al euro. Por Paul Krugman

¿Se puede salvar al euro? No hace mucho, nos decían que el peor desenlace posible era una suspensión de pagos de Grecia. Ahora parece muy probable un desastre mucho más extendido.

Es cierto que la presión en los mercados se relajó un poco el miércoles después de que los bancos centrales hicieran el sensacional anuncio de una ampliación de las líneas de crédito (lo cual, a efectos prácticos, apenas supondrá una diferencia). Pero hasta los optimistas ven ahora que Europa se encamina hacia la recesión, mientras que los pesimistas advierten de que el euro podría convertirse en el epicentro de otra crisis financiera mundial.

¿Cómo se han torcido tanto las cosas? La respuesta que oímos todo el tiempo es que la crisis del euro fue provocada por la irresponsabilidad fiscal. Enciendan el televisor y muy probablemente encontrarán a algún lumbreras declarando que si Estados Unidos no recorta el gasto terminará como Grecia. ¡Greeeeeecia!

Pero lo cierto es casi lo opuesto. Aunque los líderes europeos siguen insistiendo en que el problema es un gasto demasiado elevado en las naciones deudoras, el auténtico problema es un gasto demasiado reducido en Europa en su conjunto. Y sus intentos de arreglar las cosas exigiendo una austeridad cada vez más severa han desempeñado un papel decisivo para empeorar la situación.

La historia hasta el momento: en los años que precedieron a la crisis de 2008, Europa, al igual que Estados Unidos, tenía un sistema bancario fuera de control y una deuda que aumentaba a toda velocidad. Sin embargo, en el caso de Europa, gran parte de los préstamos eran transfronterizos, ya que los fondos de Alemania fluían hacia el sur de Europa. Estos préstamos se consideraban de bajo riesgo. Todos los receptores estaban en el euro, así que, ¿qué podía ir mal?

La mayoría de estos préstamos, por cierto, fueron a parar al sector privado, no a los Gobiernos. Solo Grecia registraba grandes déficits presupuestarios durante los años de vacas gordas; España tenía de hecho un superávit justo antes de la crisis.

Entonces la burbuja estalló. El gasto privado en las naciones deudoras cayó drásticamente. Y la pregunta que los líderes europeos deberían haber estado haciendo era cómo mantener esos recortes del gasto sin causar una recesión en toda Europa.

En lugar de ello, sin embargo, respondieron al inevitable aumento del déficit, impulsado por la recesión, exigiendo que todos los Gobiernos -no solo los de las naciones deudoras- recortaran el gasto y aumentaran los impuestos. Desestimaban las advertencias de que esto profundizaría la recesión. "La idea de que las medidas de austeridad pueden provocar un estancamiento es errónea", declaraba Jean-Claude Trichet, en aquel entonces presidente del Banco Central Europeo. ¿Por qué? Porque "las políticas que inspiran confianza impulsarán la recuperación económica, no la obstaculizarán".

Pero el hada de la confianza no se presentó.

Y esperen, hay más. Durante los años del dinero fácil, los salarios y los precios en el sur de Europa aumentaron mucho más deprisa que en el norte de Europa. Esta divergencia debe corregirse ahora, bien mediante una bajada de los precios en el sur o mediante una subida de los precios en el norte. Y no da igual cuál de las dos: si el sur de Europa se ve obligado a recuperar la competitividad a través de la deflación, pagará un alto precio con el empleo y empeorará su problema de deuda. Las posibilidades de éxito serían mucho mayores si el desfase se corrigiera mediante un aumento de los precios en el norte.

Pero para corregir el desfase mediante un aumento de los precios en el norte, los responsables políticos tendrían que aceptar temporalmente una inflación más alta para la eurozona en su conjunto. Y ya han dejado claro que no piensan hacerlo. De hecho, el pasado abril, el Banco Central Europeo empezó a aumentar los tipos de interés, a pesar de que para la mayoría de los observadores era evidente que la inflación subyacente era, en todo caso, demasiado baja.

Y probablemente no sea una coincidencia que abril fuera también el mes en que la crisis del euro entró en una nueva fase, más grave. Olvídense de Grecia, cuya economía tiene para Europa aproximadamente la misma importancia que la de Miami para Estados Unidos. A estas alturas, los mercados han perdido fe en el euro en su conjunto, lo cual ha hecho que los tipos de interés suban todavía más para países como Austria y Finlandia, que no se distinguen precisamente por ser derrochadores. Y no es difícil ver por qué. La combinación de austeridad para todos y un banco central enfermizamente obsesionado con la inflación hace que sea básicamente imposible para los países endeudados escapar de la trampa de la deuda y, por consiguiente, es la fórmula para multiplicar las suspensiones de pagos, los pánicos bancarios y el desplome financiero.

Espero, por nuestro bien y por el de los europeos, que estos cambien de rumbo antes de que sea demasiado tarde. Pero, para ser sincero, no creo que vayan a hacerlo. De hecho, es mucho más probable que Estados Unidos les siga por el camino hacia la ruina.

Y es que en Estados Unidos, al igual que en Europa, la economía se ve debilitada por deudores en apuros (en nuestro caso, los propietarios de viviendas fundamentalmente). Y en Estados Unidos también necesitamos desesperadamente políticas fiscales y monetarias expansionistas para sostener la economía mientras estos deudores tratan de recuperar la salud financiera. Así y todo, al igual que en Europa, la retórica pública está dominada por los cascarrabias del déficit y los obsesos de la inflación.

De modo que la próxima vez que oigan a alguien afirmar que si no recortamos el gasto nos convertiremos en Grecia, su respuesta debería ser que si en efecto recortamos el gasto mientras la economía sigue deprimida, nos convertiremos en Europa. De hecho, ya llevamos hecha gran parte del camino.






Fuente: ElPais.com
Autor: Paul Krugman (EEUU, 1953-) es un economista, divulgador y periodista norteamericano, cercano a los planteamientos neokeynesianos. En 2008 fue galardonado con el Premio Nobel de Economía. Actualmente profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton. Desde 2000 escribe una columna en el periódico New York Times.
Traducción: News Clips






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domingo, 8 de enero de 2012

¿Estallará China? Por Paul Krugman

Plantéense el siguiente panorama: últimamente, el crecimiento se ha basado en un fuerte auge de la construcción, impulsado por una escalada de los precios inmobiliarios, y muestra todos los signos clásicos de una burbuja. El crédito ha crecido rápidamente, pero gran parte de ese crecimiento no ha venido a través de la banca tradicional, sino más bien a través de una banca en la sombra, no regulada, que no está sometida a la supervisión del Gobierno ni está apoyada por avales oficiales. Ahora, la burbuja se está pinchando, y hay verdaderas razones para temer una crisis financiera y económica.

¿Estoy describiendo Japón a finales de la década de 1980? ¿O estoy describiendo EE UU en 2007? Podría ser. Pero ahora estoy hablando de China, que asoma como otro punto de peligro en una economía mundial que verdaderamente no lo necesita en estos momentos.

He sido reacio a criticar la situación china, en parte porque es muy difícil saber qué está pasando verdaderamente. Lo mejor es considerar todas las estadísticas económicas como una forma particularmente aburrida de ciencia-ficción, pero las cifras de China son más ficticias que la mayoría. Recurriría a verdaderos expertos en China para que me orienten, pero no parece que haya dos expertos que cuenten la misma historia.

Aun así, incluso los datos oficiales son inquietantes, y las últimas noticias son suficientemente dramáticas como para disparar las alarmas.

Lo que más llama la atención sobre la economía china a lo largo de la última década es la forma en que el consumo de las familias, a pesar de ir en aumento, iba a la zaga del crecimiento general. En estos momentos, el gasto del consumidor apenas representa el 35% del PIB (aproximadamente, la mitad del nivel de EE UU).

Entonces, ¿quién está comprando los bienes y servicios que produce China? Parte de la respuesta es, bueno, nosotros: a medida que la parte de la economía que corresponde al consumidor se reducía, China empezó a depender más de los superávits comerciales para mantener a flote la fabricación. Pero lo más importante desde el punto de vista de China es el gasto de inversión, que se ha disparado hasta alcanzar casi la mitad del PIB.

La pregunta evidente es qué ha motivado toda esa inversión, teniendo en cuenta que la demanda del consumidor es relativamente débil. Y la respuesta, en buena medida, es que dependía de una burbuja inmobiliaria que no paraba de inflarse. La inversión inmobiliaria como porcentaje del PIB se ha duplicado, aproximadamente, desde 2000, lo cual representa directamente más de la mitad del aumento total de la inversión. Y seguramente gran parte del resto del aumento corresponde a empresas que se han ampliado para vender al próspero sector de la construcción.

¿Tenemos la certeza de que hay una burbuja inmobiliaria? Muestra todos los signos: no solo los precios en aumento, sino también la clase de fiebre especulativa que todos conocemos bien por nuestra propia experiencia hace solo unos años; piensen en la zona costera de Florida.

Y existe otra similitud con la experiencia de EE UU: a medida que el crédito se expandía, gran parte de él procedía no de los bancos, sino de un sistema de banca en la sombra sin supervisión ni protección. Hay grandes diferencias en cuanto a los detalles: la banca en la sombra al estilo americano tendía a implicar a prestigiosas empresas de Wall Street e instrumentos financieros complejos, mientras que la versión china tiende a extenderse mediante bancos clandestinos e incluso casas de empeño. Pero las consecuencias son similares: en China, como en EE UU hace unos años, el sistema financiero puede ser mucho más vulnerable de lo que revelan los datos sobre la banca convencional.

Ahora es evidente que la burbuja está pinchándose. ¿Cuánto daño hará a la economía china y al mundo?

Algunos analistas dicen que no nos preocupemos, que China tiene líderes fuertes e inteligentes que harán lo que sea necesario para hacer frente a una recesión. La idea implícita, aunque no se suela expresar, es que China puede hacer lo que haga falta, porque no tiene que preocuparse de exquisiteces democráticas.

Sin embargo, a mí me parece que del dicho al hecho hay mucho trecho. Después de todo, recuerdo muy bien haber oído declaraciones similares sobre Japón en la década de los ochenta, cuando los brillantes burócratas del Ministerio de Finanzas, supuestamente, tenían todo bajo control. Y más tarde oímos afirmaciones de que EE UU no repetiría jamás los errores que llevaron a la década perdida de Japón, cuando, en realidad, estamos haciéndolo incluso peor que Japón.

Por si sirve de algo, las declaraciones sobre la política económica de las autoridades chinas no me parecen especialmente lúcidas. En concreto, la forma en que China ha estado agrediendo a los extranjeros -entre otras cosas, imponiendo una tarifa punitiva a las importaciones de automóviles fabricados en EE UU que no va a hacer nada para ayudar a su economía, pero que servirá para envenenar las relaciones comerciales- no es propia de un Gobierno maduro que sabe lo que hace.

Y los casos de los que se tiene conocimiento dan a entender que aunque el Gobierno de China no esté constreñido por el Estado de derecho, sí lo está por la omnipresente corrupción, que significa que lo que sucede de hecho en el plano local puede tener poco que ver con lo que se ordena en Pekín.

Ojalá esté siendo innecesariamente alarmista. Pero es imposible no preocuparse: la historia de China se parece demasiado a las crisis que ya hemos visto en otros sitios. Y una economía mundial que ya padece el desastre en Europa, verdaderamente no necesita un nuevo epicentro de crisis.






Fuente: ElPais.com
Autor: Paul Krugman (EEUU, 1953-) es un economista, divulgador y periodista norteamericano, cercano a los planteamientos neokeynesianos. En 2008 fue galardonado con el Premio Nobel de Economía. Actualmente profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton. Desde 2000 escribe una columna en el periódico New York Times.
Traducción: News Clips






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