miércoles, 28 de marzo de 2012

Kony 2012, cómo no cambiar el mundo. Por Mareike Schomerus

“Están haciendo que nuestro trabajo aquí sea muy difícil”.Es un comentario, dicho de manera callada y educada. Al principio del video Kony 2012, un hombre dice eso. Si han visto el video –probablemente sí- pueden haberse perdido esa pequeña interacción que ocurre a los cuatro minutos de la película. El hombre al que le preocupa que le estén dificultando el trabajo intenta interrumpir al cineasta que está entrevistando a un niño en la ciudad de Gulu, al norte de Uganda. No sé quién era ese hombre o qué intentaba hacer. La imagen es tan vieja que es difícil de establecerlo. Pero sus palabras resultaron ser proféticas: “Están haciendo que nuestro trabajo aquí sea muy difícil”.

Jason Russell, la cara más notoria del grupo Invisible Children, de hecho ha logrado dificultar mucho el trabajo de conseguir un cambio.La campaña de Invisible Children es un esfuerzo muy bien producido de dejar el estado de las cosas tal como están; su mensaje parece muy moderno porque así lo son las herramientas con las que lo hace. El punto al que trata de llegar es conformista: luchar violencia con violencia, omitir pasos de cambio social y hacer que una ideología estrecha se vuelva masiva al lograr que millones de personas que no se cuestionan nada alcen sus puños en señal de apoyo. Para Estados Unidos, Europa y otros rincones por lo general cómodos en el mundo, ésta es una imagen preocupante de una cultura de masas que cae fácilmente en el objetivo de la propaganda.

Para los lugares menos cómodos del mundo, como las zonas en las que el Ejército de Resistencia del Señor (LRA por sus siglas en inglés) ha tenido presencia, el apoyo masivo para mantener el statu quo es una tragedia.

Pero, ¿cuál es el statu quo? Bueno, es de hecho algo complicado. Pero basta con decir que durante décadas ha sido una intrincada mezcla de violencia que causa más violencia, de un gobierno violento que suma apoyo internacional al vilipendiar a un lado del conflicto, y de una atención internacional con frecuencia reducida a celebridades desinformadas expresando impacto y horror. Crucialmente, el statu quo ha sido parte de la propaganda del gobierno ugandés para que su guerra se vea como un tour de locura personal de un hombre: Joseph Kony. Este es el statu quo que necesita ser cuestionado.

¿Qué está haciendo la campaña de Invisible Children? ¿Abogar la práctica de combatir la violencia con más violencia? ¿Recogiendo apoyo internacional para un gobierno violento? ¿Tener a famosos desinformados expresando su impacto y horror? ¿Enfocar este conflicto en sólo una persona? ¿Tener a millones de personas con sus puños al aire pidiendo guerra y la presencia de tropas estadounidenses? ¿Y para qué objetivo?

La campaña defiende una mirada estrecha. También una mirada costosa. Desde 2006 a 2008, la situación sobre el conflicto entre el LRA parecía ser prometedora. La violencia disminuyó. El LRA se fue de Uganda porque aceptaron que hubiera diálogos de paz: diálogos de paz lentos, impredecibles y con frecuencia irritantes que no vienen con una garantía de éxito. Pero los diálogos de paz hicieron que la situación se volviera –casi instantáneamente- mejor. Dos años de diálogos de paz costaron menos de 15 millones de dólares.

En ese entonces no se mostró video con elementos atractivos para las masas para que el mundo apoyara el proceso de paz. No hubo un pedido al gobierno estadounidense para dejar de trabajar con el ejército ugandés, uno de los perpetradores de la violencia en esta guerra. El grupo Invisible Children –que estuvo presente en varios momentos durante los diálogos de paz- decidió no tomarse en serio este intento de lento y de largo aliento de paz. Invisible Children cree en la guerra. Ellos logran que millones de personas crean que la guerra es la mejor manera de conseguir la paz.

Los diálogos de paz terminaron en guerra a finales de 2008: Kony se rehusó a firmar el acuerdo. Invisible Children apoyó la presencia de Estados Unidos; Estados Unidos apoyó al ejército ugandés para aumentar la presencia militar. Se finalizó el plazo para que se lograra el cambio social a través de fines pacíficos cuando el ejército de Uganda usó la ayuda de Estados Unidos para bombardear un campamento del LRA. La guerra, el statu quo, regresó. En los primeros días de la mal concebida operación militar, un avión de combate de millones de dólares se perdió y miles de personas resultaron desplazados o muertos. La guerra es mucho más costosa que la paz.

La guerra, como es abogada con esta campaña, tiene pocos matices. La propaganda en video, junto con los kits de acción y las órdenes precisas de qué hacer luego dejan poco espacio al pensamiento. Enfocar todo en un solo hombre que simplemente no lleva las riendas de este conflicto –como Invisible Children dice que lo hace- es algo miope.

El cambio social necesita matices. Necesita tener espacio a la negociación, a los compromisos y a cambiar el debate. También necesita de cosas aburridas: días tediosos de discusión, la redacción poco atractiva de acuerdos, y una mente abierta en todas las etapas. Y necesita de personas muy invisibles comprometidas con trabajar en estas cosas a través de contribuciones pequeñas pero importantes. Estas no son personas que compran kits de acción y que hacen retuit. Estas son personas a las que la campaña de Invisible Children les acaba de decir que colgar un poster y usar brazaletes es la mejor forma de conseguir el cambio social y que el difícil contexto político en que operan cada día (con frecuencia con gran riesgo personal), puede ser resuelto si un hombre es eliminado.

“Están haciendo que nuestro trabajo aquí sea muy difícil”, dice el hombre al principio de Kony 2012. Tenía razón.






Fuente: CNN Español
Autor: Mareike Schomerus es la directora del Programa de Investigación de Justicia y Seguridad en el London School of Economics and Political Science. Es la autora de” Chasing the Kony Story” y “A terrorist is not a person like me: An interview with Joseph Kony” y muchos otras publicaciones sobre el conflicto con LRA.






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lunes, 19 de marzo de 2012

¿Qué pasa con el mundo? Por Umberto Eco

Dejemos de lado, por el momento, las interpretaciones alarmistas del calendario maya y todas esas profecías del día del Juicio Final.
Lo que sabemos con seguridad es que, día tras día, los diarios están anunciando un futuro que se ve cada vez más deprimente: océanos desbordantes, estaciones del año que desaparecen (dentro de muy poco, al parecer) e impagos económicos –tanto así que el hijo de mis amigos, de 10 años, después de escuchar a sus padres hablar del destino del mundo, rompió a llorar y preguntó: “¿Es que no hay nada agradable en el futuro?”.

Para consolarlo, podría citar numerosas profecías catastróficas a lo largo de la historia, dado que en siglos pasados era bastante común hacer tales predicciones terribles. He aquí un pasaje del teólogo francés Vincent de Beauvais, en el siglo XIII: “Después de la muerte del Anticristo...el juicio final será precedido por múltiples señales reveladas en el Evangelio.... En el primer día, el océano aumentará 40 cúbitos sobre las montañas y su superficie se elevará como un muro.

En el segundo día, se hundirá tan profundamente que será difícil verlo. En el tercer día, monstruos marinos aparecerán la superficie del océano y su rugidos se elevarán hasta el firmamento. En el cuarto día, el mar y todas las aguas se incendiarán. En el quinto día, el pasto y los árboles exudarán un rocío de sangre. En el sexto día, los edificios se desplomarán. En el séptimo día, las rocas se estrellarán unas contra otras. En el octavo día, habrá un terremoto universal. En el noveno día, la Tierra se aplanará. En el décimo día, los hombres emergerán de las cuevas y vagarán, sordos y mudos. En el undécimo día, los huesos de los muertos emergerán nuevamente. En el duodécimo día, las estrellas caerán. En el décimotercer día, los sobrevivientes morirán y resucitarán con los muertos. En décimocuarto día, los cielos y la tierra arderán. En el décimoquinto día, habrá un nuevo Cielo y una nueva Tierra, y todos resucitarán”.

Como puede verse, incluso en fecha tan remota como el siglo XIII, la gente ya estaba pronosticando tsunamis y otros efectos del cambio climático que nos amenaza hoy en día.

Si se me permite pasar por alto los siguientes seis siglos de proclamaciones fatales, he aquí a Honorato de Balzac en 1839: “La industria moderna, trabajando para las masas, continúa destruyendo las creaciones del arte antiguo, las obras del cual eran tan personales para el consumidor como para el artesano. En la actualidad tenemos productos; ya no tenemos obras”.

Según la advertencia de Balzac, la gente creadora de esos “productos” carentes de cualquier valor artístico hubieran incluido al poeta Giacomo Leopardi, quien escribió La Ginestra (La escoba) en 1836, y Alessandro Manzoni, quien, más o menos por esa época, estaba trabajando en una segunda edición de Los novios. En 1839, Chopin estaba componiendo su Sonata para piano No.2 en B-flat Menor, Opera 35. Cerca de 20 años después, Flaubert publicó Madame Bovary. En la década de 1860 hicieron su aparición los Impresionistas, y en 1879 ocurrió la publicación de Los hermanos Karamosov de Fyodor Dostoyevsky. Evidentemente, es parte de nuestra naturaleza sentir un gran temor por el futuro.

Pero quizá, por otra parte, los malos tiempos están llegando ahora –particularmente si, como lo señala la tradición, una de las señales más reveladoras del fin de los días es que el mundo estará de cabeza.

En el pasado, por ejemplo, los pobres viajaban en tren y sólo los ricos podían darse el lujo de volar: ahora, viajar en avión es más barato (y los asientos más baratos hacen pensar en los vagones de ganado durante la guerra), en tanto que los viajes en tren ofrecen tipos de servicio más caros, exclusivos y lujosos que nunca antes.En la misma forma, hubo un tiempo que los acaudalados vacacionaban en la Riviera Adriática, en Riccione – o, en el peor de los casos, en Rimini _mientras que las islas del océano Indico estaban habitadas por poblaciones profundamente pobres o eran destinadas a albergar colonias penales. Hoy, los políticos de alto rango van a Las Malvidas, y Rimini queda reservada para los ''muzhiks’' rusos que sólo recientemente fueron liberados de su servidumbre. ¿Qué es lo que está ocurriendo con el mundo?





Fuente: ElEspectador.com / Copyright Umberto Eco - L’Espresso, 2012.
Autor: Umberto Eco (Italia, 1932-) es un escritor y filósofo italiano, experto en semiótica. En 2000 recibió el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Es caballero de la Legión de Honor francesa. Distinguido con la Medalla de Oro al mérito de la cultura y el arte (Roma, 1997); Caballero Gran Cruz de la Orden del Mérito de la República Italiana (Roma, 1996); Ordine Pour le Mérite für Wissenschaften und Künste. Premio Strega. Premio Médicis. Premio Bancarella. Premio del Estado Austriaco para la Literatura Europea. Ha sido nominado en diversas ocasiones para el Premio Nobel. Autor de las novelas "El nombre de la rosa" (1980), "El péndulo de Foucault" (1988), "Baudolino" (2000), "La misteriosa llama de la Reina Loana" (2004), y "El cementerio de Praga" (2010).






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viernes, 16 de marzo de 2012

Wikileaks, epílogo. Por Bill Keller

Esta parece ser la venganza de Julian Assange: todos los que riñen con la estrella de las filtraciones están condenados a pasar la eternidad debatiendo el significado cósmico de Wikileaks. En mi calidad de director de The New York Times durante la publicación de numerosos artículos basados en el tesoro de secretos militares y diplomáticos, y por ser el afortunado a quien el fundador de Wikileaks designó como su Periodista Menos Preferido, he participado en media docena de mesas redondas y he declinado, al menos, otras tantas. No puedo quejarme de la que se celebró en Madrid, donde, después de hablar un buen rato en un auditorio lleno a rebosar, los directores estadounidense, británico, alemán, francés y español que habíamos dado las noticias basadas en Wikileaks conmemoramos la colaboración con una visita al Museo del Prado después del horario normal y una comida de 27 platos cocinada por el maestro de cocineros Ferrán Adriá (si Europa está muriéndose, pienso ir a España a celebrar el funeral).

Inolvidable también, en otro sentido, fue la retrospectiva en Berkeley, donde el propio Assange, que se encontraba, igual que hoy, en Inglaterra a la espera de conocer la decisión sobre su extradición, intervino a través de Skype en una pantalla gigante, como el gran Mago de Oz, para pontificar sobre la incompetencia de los medios de comunicación occidentales que no habían sido capaces de convertir los documentos en una especie de juicio de Nuremberg del imperialismo norteamericano. La mitad del público parecía a punto de tirar su ropa interior a la pantalla.

A eso hay que añadir los tres o cuatro documentales sobre la aventura de Wikileaks, la docena de libros —incluida, extrañamente, la autobiografía no autorizada de Assange— y un par de posibles proyectos en Hollywood, en los que tengo doble interés (1. la ligerísima posibilidad de que pueda cobrar algo de dinero por el pequeño trozo de la historia que me corresponde, y 2. la remotísima probabilidad de que un director acepte la brillante idea de mi esposa de que Tilda Swinton encarne a Assange).

Es asombroso que sigan invitándome a estas cosas, porque soy un poco aguafiestas. Mi respuesta habitual a la solemne pregunta de si WikiLeaks ha transformado nuestro mundo y cómo es: la verdad, no demasiado. Fue una historia fantástica y un increíble proyecto de colaboración, pero no fue el preludio, como les gustaría creer a los documentalistas, de una nueva era digital de transparencia. Es más, si ha tenido una consecuencia general, es más bien la contraria.

Dado que no parece que el tema vaya a desaparecer por ahora --el próximo mes se estrenará otro melodramático documental más sobre nuestra aventura con WikiLeaks en el festival South by Southwest--, he decidido examinar qué repercusiones quedan aún de la que tal vez haya sido la mayor cascada de secretos al descubierto en la historia de Estados Unidos. Assange, que dio a un puñado de periodistas acceso a los datos robados, se ha mudado de la mansión rural de un partidario a una vivienda mucho más modesta mientras combate el intento de extraditarle a Suecia por las acusaciones de delitos sexuales. Al parecer, en Estados Unidos, un gran jurado está todavía debatiendo la posibilidad de procesarle por su papel en las filtraciones. Llevó a cabo muchas horas de entrevistas para una autobiografía, pero luego se retiró del proyecto; sin embargo, su editor --con el espíritu anarquista propio de WikiLeaks-- la publicó pese a sus objeciones. (Por supuesto, no con ánimo de lucro. Ocupa el número 1.288.313 en la lista de libros más vendidos de Amazon.)

El último proyecto de Assange, anunciado el mes pasado, es un programa de entrevistas en televisión en el que hablará con "iconoclastas, visionarios y conocedores del poder". Eso dice la orgullosa cadena que ha comprado de su serie, RT (antes Russia Today), el brazo propagandístico en inglés del Kremlin y guardián del culto a Putin. No es broma.

Aparte de la televisión del Kremlin, Assange ha pasado de ser famoso a ser una celebridad de segunda categoría: no es lo suficientemente estrella para presentar un programa de Saturday Night Live, pero sí tuvo un cameo en el episodio del domingo de Los Simpson. Bart: "¿Cómo le va, señor Assange?" Julian: "Esa es información personal, y no tienes derecho a conocerla". ¡Tadá!

Está previsto que el soldado del ejército acusado de divulgar 750.000 documentos secretos a WikiLeaks, Bradley Manning --al que, al principio, mantuvieron preso en unas condiciones tan inhumanas que el portavoz del Departamento de Estado dimitió como protesta--, sea procesado el jueves por unos cargos que podrían implicar cadena perpetua. Sin disculpar su supuesto delito, es evidente que el verdadero pecado original de todo este drama es que esta alma atormentada tuviera acceso a tantos secretos.

Lo que no podemos saber con certeza es la suerte de los numerosos informadores, disidentes, activistas y testigos inocentes que aparecen mencionados en los cables estadounidenses. Assange publicó nombres de fuentes pese a las enérgicas protestas de los periodistas que habían tenido acceso a los datos (tuvimos cuidado de borrar los nombres en nuestros artículos) y para horror de los grupos de derechos humanos y algunos de sus colegas en WikiLeaks. Me han contado que algunos de los que quedaron expuestos huyeron de sus respectivos países con ayuda de Estados Unidos y a otros los detuvieron, y no se sabe que mataran a ninguno. ¿Pero acaso lo sabríamos? Cuando leo historias como la de Reuters de la semana pasada sobre los tres hombres decapitados en Yemen por dar informaciones a estadounidenses, no puedo evitar volver a preocuparme por los testigos inocentes que aparecían en los cables.

La publicación de tantas confidencias e indiscreciones no dio al traste con la política exterior de Estados Unidos. Pero sí complicó, al menos temporalmente, las vidas de los diplomáticos estadounidenses. Los funcionarios norteamericanos dicen que, ahora, sus homólogos de otros países se resisten más a hablar con franqueza, y que es más difícil contratar y retener a informadores en todo el mundo. Como materia prima para periodistas, el alijo de secretos ha tenido una vida larga y espléndida. Hace 10 meses que The Times, The Guardian, Der Spiegel y los demás socios del proyecto publicaron sus últimos extractos, Y todavía aparecen a diario, en algún lugar del mundo, historias basadas en los documentos, bien porque los medios locales se enteran ahora de algún escándalo que no había llamado la atención de los grandes periódicos o porque nuevos sucesos arrojan una luz más interesante sobre ciertos cables.

Los informes del Departamento de Estado sobre las vidas disolutas de los dictadores de Oriente Próximo contribuyeron a alimentar el fuego de las revueltas de la Primavera Árabe. Pero la idea de que se iban a abrir las compuertas e iba a producirse una gran inundación ha resultado completamente equivocada. Inmediatamente después de la brecha, varios medios (incluido The Times) pensaron en crear buzones seguros en internet para posibles filtraciones, imaginando que iban a surgir nuevos Gargantas Profundas de la era digital.

Pero parece evidente que la filtración de WikiLeaks fue un acontecimiento único, y que ahora resulta más difícil que nunca acceder incluso a filtraciones más pequeñas. Steven Aftergood, encargado de supervisar todo lo relacionado con la de seguridad para la Federación de Científicos Americanos, ha dicho que, desde WikiLeaks, el Gobierno ha elevado la "amenaza de las fuentes internas" a la categoría de prioridad y ha restringido el acceso al material clasificado. A instancias de un Congreso indignado, los servicios de inteligencia están trabajando en un programa de auditoría electrónica que, de funcionar, haría mucho más difícil la transferencia de secretos y mucho más fácil perseguir a quien la hiciera. "Se ha prestado mucha atención a WikiLeaks y sus pintorescos propietarios", me dice Aftergood. "Pero lo importante no son los que publican las informaciones, sino las fuentes. Y no hay muchas fuentes tan prolíficas ni tan temerarias como presuntamente lo fue Bradley Manning". No es extraño. El Gobierno de Obama ha sido mucho más agresivo que sus predecesores a la hora de perseguir y castigar a los autores de filtraciones. El caso más reciente, la detención el mes pasado de John Kiriakou, un antiguo agente de la CIA especializado en cazar terroristas, y acusado de decir a los periodistas los nombres de los colegas que participaron en la tortura con agua de sospechosos de Al Qaeda, es sintomático de la actitud al respecto. Es la sexta ocasión en que este Gobierno investiga a un funcionario por revelar secretos a los medios de comunicación, más que todos los presidente anteriores juntos.

El mensaje es escalofriante tanto para los que tienen la responsabilidad de guardar secretos legítimos como para los que piensen en hacer denuncias o los funcionarios que pretendan hacer saber a la población si nuestra seguridad nacional está o no protegida. Esta es la paradoja que, hasta ahora, los documentales han pasado por alto: el legado más tangible de la campaña de WikiLeaks para lograr más transparencia es que el Gobierno de Estados Unidos se ha vuelto más hermético que nunca.





Fuente: ElPais.com
Autor: Bill Keller (EEUU, 1949-) periodista ganador del Premio Pulitzer (1989). Fue Director (Executive Editor) de The New York Times entre julio de 2003 y septiembre de 2011.
Traducción: María Luisa Rodríguez Tapia






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miércoles, 7 de marzo de 2012

Un Banco Mundial para un nuevo mundo. Por Jeffrey D. Sachs

El mundo está en una encrucijada. La comunidad global puede unirse para luchar contra la pobreza, el agotamiento de los recursos y el cambio climático, o enfrentar una generación de inestabilidad política, zozobra ambiental y guerras por los recursos.

El Banco Mundial (World Bank), con una conducción adecuada, puede jugar un rol fundamental para evitar esas amenazas y los riesgos que implican. Es mucho lo que está en juego a nivel mundial en esta primavera, ya que los 187 países miembros del Banco elegirán un nuevo presidente para suceder a Robert Zoellick, cuyo mandato finaliza en julio.

El Banco Mundial fue establecido en 1944 para fomentar el desarrollo económico, y casi todos los países son actualmente miembros. Su misión principal es reducir la pobreza mundial y garantizar que el desarrollo global sea ambientalmente sólido y socialmente incluyente. Lograr esas metas no solo mejorará las vidas de miles de millones de personas, también impedirá violentos conflictos alimentados por la pobreza, el hambre y las luchas por recursos escasos.

Los funcionarios estadounidenses tradicionalmente han considerado al Banco Mundial como una extensión de la política extranjera y los intereses comerciales de Estados Unidos. Como el Banco se encuentra a solo dos cuadras de la Casa Blanca, en la Avenida Pennsylvania, les ha resultado muy fácil dominar esa institución. Actualmente muchos de sus miembros, incluidos Brasil, China, India y varios países africanos, están alzando sus voces en busca de un liderazgo con mayor igualdad y cooperación, y una mejor estrategia que funcione para todos.

Desde la fundación del Banco hasta hoy, la regla implícita ha sido que el gobierno de EEUU simplemente designa a cada nuevo presidente: los 11 han sido estadounidenses y ninguno de ellos experto en desarrollo económico –la responsabilidad central del Banco– ni con trayectorias en la lucha contra la pobreza o la promoción de la sostenibilidad ambiental. Por el contrario, EEUU ha elegido banqueros de Wall Street y políticos, probablemente para garantizar que las políticas del Banco sean adecuadamente amigables hacia los intereses comerciales y políticos estadounidenses.

Sin embargo, esa política está fracasando para EEUU y dañando seriamente al mundo. Debido a una prolongada falta de conocimiento estratégico en su cúpula, el Banco ha carecido de una dirección clara. Muchos de sus proyectos tuvieron como objetivo los intereses corporativos estadounidenses en lugar del desarrollo sostenible. El banco ha inaugurado gran cantidad de proyectos de desarrollo, pero son excesivamente pocos los problemas globales que ha resuelto.

Durante demasiado tiempo, la dirección del Banco ha impuesto conceptos estadounidenses que a menudo son completamente inapropiados para los países más pobres y sus habitantes menos favorecidos. Por ejemplo, el Banco se ocupó en forma absolutamente torpe de la explosiva pandemia de SIDA, tuberculosis y malaria durante la década de 1990 y falló a la hora de enviar ayuda donde hacía falta para frenar esos brotes y salvar millones de vidas.

Aún peor, el Banco promovió cobros a los usuarios y el "recupero de costos" de los servicios de salud, dejando una atención sanitaria capaz de salvar vidas fuera del alcance de los pobres entre los pobres –precisamente quienes más la necesitaban. En 2000, durante la Cumbre del SIDA en Durban, recomendé un nuevo "Fondo Global" para luchar contra esas enfermedades, justificándolo precisamente en que el Banco Mundial no estaba haciendo su trabajo. El Fondo Global para la Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria fue creado, y desde entonces ha salvado millones de vidas, logrando un descenso de al menos 30% de las muertes tan solo en África.

De manera semejante, el Banco dejó pasar oportunidades cruciales para apoyar a los pequeños agricultores de subsistencia y promover en forma más amplia un desarrollo rural integrado en las comunidades empobrecidas de África, Asia y Latinoamérica. Durante cerca de 20 años, aproximadamente entre 1985 y 2005, el Banco se resistió a implementar asistencia para grupos específicos de pequeños productores, un instrumento de probada eficacia, para permitir que los empobrecidos agricultores de subsistencia mejorasen sus rendimientos y salieran de la pobreza. Más recientemente, el banco ha aumentado su apoyo a los pequeños productores, pero aún queda mucho que puede y debe hacer.

El personal del Banco es muy profesional y lograría mucho más si se liberase del dominio de los cerrados intereses y puntos de vista estadounidenses. El Banco tiene potencial para convertirse en un catalizador del progreso en áreas clave que darán forma al futuro del planeta. Sus prioridades deben incluir la productividad agrícola; la movilización de tecnologías de la información para el desarrollo sostenible; la instalación de sistemas energéticos con reducidas emisiones de carbono; y educación de calidad para todos, con un mayor aprovechamiento de nuevas formas de comunicación para llegar a cientos de millones de estudiantes relegados. crdito

Las actividades del Banco actualmente cubren todas esas áreas, pero la institución no logra un liderazgo eficaz en ninguna de ellas. A pesar de su excelente personal, el Banco no ha sido suficientemente estratégico ni ágil para convertirse en un agente de cambio eficaz. Lograr que el Banco cumpla adecuadamente su rol será un trabajo duro, que requerirá pericia en su dirección.

Lo que es aún más importante, el nuevo presidente del Banco deberá contar con experiencia profesional directa sobre los variados desafíos de desarrollo. El mundo no debe aceptar el status quo. Un nuevo líder del Banco Mundial que nuevamente provenga de Wall Street o de la política estadounidense sería un duro golpe para un mundo que necesita soluciones creativas a complejos desafíos de desarrollo. El banco necesita un consumado profesional listo para ocuparse de los grandes desafíos del desarrollo sostenible desde el primer momento.







Fuente: ElPolitico.com / Copyright: Project Syndicate, 2012
Autor:Jeffrey D. Sachses profesor de Economía y Director del Instituto de la Tierra en la Universidad de Columbia. También es asesor especial del secretario general de las Naciones Unidas para los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Su trabajo se centra en el desarrollo económico y la ayuda internacional, se fue Director del Proyecto Milenio de la ONU desde 2002 hasta 2006. Sus libros incluyen The End of Poverty (El fin de la pobreza) y Common Wealth (Riqueza común).
Traducción:Leopoldo Gurman / Project Syndicate





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